Aprendí a cocinar, a comer rápido,
a planchar la ropa y a respirar.
Aprendí a querer a una madre de vino y humo
a sostener sus sombras cada noche.
Aprendí su tragedia de abandono y anhelo
su voz muda de mentiras.
Aprendí a huir despacio
a crecer sola y a ser fea.
Aprendí a ser fantasía.
Rosa Ojeda. 06.01.2010
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